Durante el aprendizaje del lenguaje los niños-as exploran las reacciones que sus palabras tienen en los demás. En una fase de esa exploración aparecen “las palabrotas”.
Cuando estos chavales llegan a casa y dicen esas lindezas, los padres, madres y familiares se quedan boquiabiertos y lo primero que piensan es “¿pero dónde ha oído eso?, en el cole, claro, porque en casa no lo decimos”.
Desde luego, no podemos negar que en los patios de infantil hay temporadas en las que se oyen con asiduidad, y viendo la reacción que estas palabras provocan en los otros niños-as más mayores o en los adultos, normalmente son respuestas inmediatas y de desagrado, el peque aprende a reservarlas y a utilizarlas como un juego divertido y que controla a la perfección. Así que si quiere provocar a un adulto o a otro niño o niña suelta una perla de esas y…
En la mayoría de los casos ni siquiera saben lo que significan por lo que los adultos nos sentimos más fuera de onda, más confundidos, pero…
¿Qué podemos hacer cuando un niño dice palabrotas?
Os podría contar muchas historias que me han pasado en clase e incluso en casa, pero mejor os dejo la opinión de algunos expertos.
Sin reñir ni castigar
A menudo la solución visceral ante las palabrotas o insultos consiste en adoptar una actitud severa, advertirle, amenazarle, dictar órdenes y reñirle. A veces da resultado, aunque a largo plazo siempre es contraproducente, pues lo que acabamos enseñando al niño es que tenemos más poder que él y acaba obedeciendo por miedo.
La norma en la familia o colegio
Además de permitirle expresar su enfado, hay que enseñarle la norma.
Explícarle que en vuestra familia o colegio hay una norma importante a cumplir: no insultamos a nadie ni usamos palabrotas.
Y se puede ampliar el mensaje explicándole muy brevemente que “usar insultos es ofensivo y nosotros no los usamos." (Yo no hablo así a papá ni el me habla así, porque son palabras que hacen daño y en esta casa nos tratamos con respeto, yo no hablo así a ningún niño o niña porque...)
Por supuesto, que para que sirva esta norma, debemos ser los primeros en dar buen ejemplo.
Darle opciones
Si estás enfadado puedes chillar o me lo puedes explicar con palabras: no me gusta esto, déjame que me molestas, esto no lo quiero, estoy de mal humor, etc… O con expresiones como: ¡ jo, vaya, anda, caramba, ahg, brrr!” pero no uses palabrotas.
No ceder a la provocación
Explícaselo sin enfadarte ni alterarte, pues cuanto más nerviosa te pongas más le costará a tu hijo-a o alumno-a parar, ya que en el fondo lo que está haciendo es provocarte para probar sus fuerzas y medirse contigo.
Pero si no te alteras, aprenderá una buena actitud y un buen valor que lo sabrá usar por si solo más adelante
Ser como un disco rayado
Responder sin exaltación, siendo repetitivo-a. Dile lo mismo que antes tantas veces como sea necesario.
Después de oírlo tres o cuatro veces es posible que capte el mensaje, además de otro: que no conseguirá sacarnos de nuestras casillas y no conseguirá nada si usa insultos.
¿Y si sigue?
Puede que pese a la norma, la repetición y a la tranquila actitud el niño.a siga insistiendo. No nos sorprendamos, pues desde su punto de vista es un reto muy atractivo. Así es, infringir normas suele ser un gusto de los niños de 2 a 4 años pues les permite probar su poder.
Ignorarlo
Los niños aprenden de nuestras respuestas. Así que llegados a este punto nuestra respuesta debe ser la indiferencia. Dejar de prestarle atención, de hablar con él o ella, no responder a ninguna pregunta.
Centraremos nuestra atención en otra cosa: en mirar alrededor como si buscásemos algo, hacer que hablamos por teléfono con alguien... Lo que sea, menos prestarle atención.
Así demostramos que hemos perdido interés en su comportamiento y es probable que él también pierda interés en usar las palabrotas (al menos en ese momento).
Tiempo y repetición
Cuando los niños oyen palabrotas, insultos (de la calle, TV, otro niños…), quieren probar qué pasa si ellos también las dicen, saber qué consiguen, qué no consiguen y cómo reaccionan los adultos.
Con nuestra actitud serena, mensaje repetitivo, norma clara y la no censura de su expresión emocional (enfado, la rabia) el niño-a aprenderá un buen valor educativo. Pero no lo hará ni en tres semanas ni en cuatro meses.
Como decía hace poco Leticia Garcés "ofrecemos mucho tiempo a los niños para que aprendan a escribir y leer, en cambio, queremos que la buena conducta la aprendan enseguida y también necesitan su largo tiempo." Así que paciencia y constancia. Merece la pena.
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