De nuevo nos encontramos con la realidad de frente. Por un lado, acaban las vacaciones y el “descanso” que ello implica y, por otro, empieza el trabajo. Tengo una amiga que está deseando empezar a trabajar porque la rutina de todos los días le da tranquilidad. Yo, sin embargo, estoy deseando que las vacaciones no acaben nunca, porque la rutina de hacer lo que me parece, cuando me parece y como me parece me da mucha tranquilidad.
Los días de asueto pasan rápidos, parece que no tuvieran 24 horas, supongo que es por la libertad de horarios y acciones. Las vacaciones, ese tiempo de desconexión necesario para poder seguir con más energía y ánimo, nos ayudan a forjarnos como entes inteligentes y como espíritus libres y, eso, es absolutamente positivo, sin discusión. El trabajo nos realiza como seres útiles, como apoyo y ayuda a la sociedad, como formación, sobre todo cuando ese trabajo es vocacional.
Tengo la suerte de que el mío lo sea. El estar con niños, no es trabajo, es disfrute continuo, pero reconozco que cansa mucho, sobre todo físicamente para las personas que ya vamos cumpliendo una “cierta edad”, de ahí las vacaciones necesarias.
Como el cielo y la tierra, como el ying y el yang, como la Luna y el Sol, como la noche y el día, como lo blanco y lo negro, el trabajo y las vacaciones van asociados tan íntimamente que nos sería imposible despegarnos de ellos.
Después de unas felices vacaciones, un feliz reencuentro. Con los compañeros y compañeras de otros años y nuevos, con los niños y niñas nuevos y conocidos, con los padres y madres nuevos y conocidos, con toda esa documentación que nos aturde, nueva y conocida. Lo dicho:
FELIZ REENCUENTRO!!!