Todos los años recuerdo el Día de los inocentes, porque rememora la matanza indiscriminada de niños pequeños, por parte del rey Herodes. Y eso es algo para no olvidar.
La costumbre en España es hacer bromas, como ya he contado otros años, pero este año, tal vez por la pandemia, no me siento con ganas de bromear.
Este día me acuerdo de todos los niños y niñas inocentes que, por diversas razones, no pueden continuar con su proyecto de vida, y me doy cuenta de que en el mundo hay muchos Herodes que desprecian a los más pequeños y juegan con su vida como si no les perteneciera desde que nacen.
Es necesario seguir recordando, año tras año, esta matanza para asegurarnos de no convertirnos en Herodes de sus vidas e ilusiones, de sus risas y su cariño.
¡Por ellos! ¡Por los niños-as!
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